EL ESCONDIDO RINCÓN DEL ARTE COLONIAL
En pleno centro de Santiago se sitúa el monumento arquitectónico más antiguo de Chile, el lugar preciso para acercarse al mundo colonial y religioso. Con un valor de sólo mil pesos, se puede ser testigo de objetos tan valiosos, como la muestra de pinturas más importante de Sudamérica sobre la vida de San Francisco de Asís.
Por: Natalia López Zamorano.-
En 1553 los franciscanos se comprometieron ante el Cabildo a levantar una “fábrica arquitectónica” y guardar en ella a la Virgen del Socorro, patrona de la ciudad, según Pedro de Valdivia, construyendo así la iglesia en 1572.
En 1969 se logra habilitar el museo gracias a la Congregación Franciscana y al Comité Pro-Restauración, contando entre sus salas con valiosas piezas que conforman el arte colonial de nuestro país, destacando entre ellas la llamada Gran Sala, lugar en que existe una muestra de 54 telas pintadas al óleo en el Cuzco entre los años 1668 y 1684 por encargo del convento franciscano de nuestro país al pintor indio Basilio de Santa Cruz.
La pequeña Gran Sala…
Con la visita de más de veinte niños de séptimo básico del Colegio Corazón de María de San Miguel en su interior, la llamada Gran Sala, espaciosa y pulcra, muestra los lienzos que dan cuenta de la vida de San Francisco de Asís, fundador de la Orden Franciscana y de una segunda orden, conocida como Hermanas Clarisas durante la Edad Media.
Los alumnos, impactados por las imágenes, todas ellas con una gran mezcla de coloridos y detalles, escuchan con atención al guía. Diego Sepúlveda, uno de los alumnos, capta el mensaje que quisieron entregar los evangelizadores hace siglos y comenta que los cuadros parecen comics de la vida de San Francisco, enorgulleciendo al profesor jefe por su viveza.
Mauricio Chavarría, guía del museo, comenta que efectivamente la idea de los cuadros era esa, evangelizar a los indígenas y mostrarles a través de imágenes la vida de San Francisco de Asís. “De este modo, pretendían acercar a las personas a la religiosidad, y como muchos de ellos no sabían leer, la mejor manera de enseñarles era a través de la pintura”, comenta Chavarría.
Durante siglos, la muestra esperó en el claustro a la espera de un lugar guardarlas, el que llegó en 1981 con el nombre de Gran Sala para proteger el tesoro artístico que posee nuestro país. Tesoro envidiado y solicitado por distintos países, tesoro que lo hace merecedor del título de la más importante colección de Sudamérica de la vida de San Francisco de Asís, uno de los tres santos reconocidos por la Iglesia Católica de poseer estigmas.
Con orgullo, Francisco García, Historiador del Arte, Franciscano y Director del museo, cuenta que en estos momentos hay más de treinta obras en préstamo al Centro Cultural Palacio de La Moneda para la exposición “Chile Mestizo”, entre las que cuentan pinturas, esculturas y platería, entre otras.
Sin embargo, no todo préstamo se ha hecho dentro de nuestro país, pues pinturas de la serie de la Gran Sala han sido facilitadas a exposiciones en Europa, específicamente al Museo de América en Madrid o al Museo del Vaticano. Contrario a lo que se pudiera pensar pero acorde a la ideología Franciscana, los préstamos se han hecho de manera gratuita, aunque resguardados por seguros comprometidos, los que algunos incluso han ascendido a la suma de 700 millones de pesos por cada pieza, según cuenta Chavarría.
A juicio de Francisco García, ésta prestación es “una suerte de cooperación mutua en pos del arte y la cultura mundial, donde lo importante no es el dinero que recibimos, sino la recepción que tiene la muestra en el público”.
En este sentido, el Director del museo hace hincapié en que la Gran Sala es conocida a nivel internacional, concurriendo a ella no sólo santiaguinos, sino también personas de otras ciudades del país y extranjeros. “Aunque es relativa la cantidad de visitantes, el promedio anual bordea los 3 mil, marcada por la concurrencia de extranjeros que quedan maravillados con nuestras obras de arte, las que han sido el fruto de más de 400 años de presencia Franciscana en Chile”, comenta García.
Pese a la majestuosidad de la Gran Sala al contener en su interior cuadros de l.75 x 2.76 cm aproximadamente, existe otra muestra que llama la atención, tanto por su simpleza como por su incalculable valor: La sala de Gabriela Mistral.
¡Cómo pasan sin veros las gentes!
Aunque esta frase la usó la poetisa nacional Gabriela Mistral para demostrar que los niños descalzos en las calles son una realidad y que la gente pasa sin advertir su condición, calza perfecta para demostrar la soledad en la que descansan sus objetos en el Museo Colonial. Pese a que la sala destinada a exhibir la muestra de la poetisa es pequeña en espacio, en cuanto a calidad y valor es inmensa.
En ella existen objetos tan antiguos y valiosos como la Condecoración otorgada por la Universidad de Columbia, Estados Unidos en 1954, o el diploma de Premio Nobel de Literatura recibido de manos del Rey Gustavo de Suecia el 12 de diciembre de 1945. Premios que fueron donados por la poetisa al pueblo de Chile bajo la custodia de los Franciscanos de cuya tercera orden fue miembro.
Entre Biblias, rosarios y fotos, está también el Diploma de la ciudad de Santiago concediéndole el título de ciudadana honoraria de la capital de Chile en Septiembre de 1954. Recuerdos con una carga simbólica tan grande, que cuesta creer que estén en un lugar tan pequeño para una grande de la Literatura.
Con el mismo valor de cada pieza artística que guarda entre sus paredes el Museo Colonial, habría que estimar esta muestra que refleja la espiritualidad de San Francisco, la majestuosidad literaria de Gabriela Mistral y el asentamiento de una orden religiosa tan importante a nivel mundial, como lo es la Congregación de San Francisco de Asís, la que con esmero y dedicación no sólo abren sus puertas a la colección más importante de este Santo, sino también nos hace retroceder en el tiempo y brinda por unos momentos, la magia de parecer que se está en plena época colonial.
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