lunes, 22 de junio de 2009

Iglesia San Francisco
Plegarias, recovecos e historia






La iglesia San Francisco, ubicada en pleno centro de la capital, fue construida en el año 1572 con el objetivo de salvaguardar la figura de la Virgen del Socorro, traída por Pedro de Valdivia.




La imagen se encuentra ubicada en lo alto del altar principal. Mide aproximadamente 27 centímetros y según el sacristán de la iglesia, Johny Brito, la historia cuenta que el fundador de Santiago la traía en sus brazos cuando entró por primera vez en la cuenca capitalina.


A manos de la orden franciscana, la iglesia fue declarada monumento nacional el 6 de julio de 1951.











De influencia netamente católica, el lugar aún mantiene esculturas que datan del siglo XVII






La construcción del recinto religioso comprende altas columnas que sostiene la torre principal, caracterizada por el famoso reloj que siempre está a la hora.









Influencias coloniales conforman sus espacios llenos de plegarias y súplicas de los fieles.




Tres naves componen su estructura donde centenares de fieles y turistas visitan a los distintos santos e imágenes religiosas que la decoran.









La dimensión de sus ostentosas construcciones y el cuidado que aún las mantienen en pie maravilla a los visitantes.







Uno de los que atrae mayor número de fieles es el Señor de la Caña, una imagen de madera, traída desde Perú.








Placas de agradecimiento por distinto favores concedidos llenan los distintos espacios donde feligreses oran por sus peticiones (foto cruz, virgen y Jesús)






Es justamente la diversidad de santos en esta iglesia la que llama más la atención a los turistas y de los extranjeros residentes en Chile.






Los hermanos franciscanos son sepultados en la misma iglesia, lugar donde, a través de sus votos de pobreza, deben permanecer hasta la hora de su muerte.

domingo, 21 de junio de 2009

Aún en la memoria

Por: Natalia López Zamorano.-




Por segundo año consecutivo, Londres 38, la casa que funcionó como centro de detención, tortura y exterminio por parte de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional) durante el Gobierno Militar, fue abierta al público en el marco del día del Patrimonio Cultural, siendo visitada por más de mil 500 personas.







Con largas filas por momentos, la gente aguardó paciente su turno para entrar a la vivienda y ser testigos de las visitas guiadas que realizaron ex detenidos sobrevivientes de Londres 38, quienes no escatimaron en esfuerzo por contar su historia y revivir la agonía que las frías paredes de la casa parecieran mantener aún guardadas.

Testigos de la desaparición de 94 personas, 81 hombres y 13 mujeres, Londres 38 funcionó como centro de operaciones del Gobierno Militar desde 1973 a 1974, marcando en la historia de nuestro país una herida profunda y oscura, la que se intentó borrar cuando la dictadura cambió la numeración 38 por 40 para que las denuncias en contra de aquella propiedad apuntaran a una dirección inexistente.



Pese a las iniciativas para borrar de la historia lo acontecido, la memoria de sus víctimas y familiares, se mantiene intacta en ellas. Por esto, aunque cada vez que reviven lo sucedido se posa en sus gargantas un nudo, cuentan su relato para no olvidar que en nuestro país sí se violaron los Derechos Humanos.







Con los ojos vendados la mayor parte del tiempo en pequeñas habitaciones al interior de la casa y con sólo una comida diaria cuando la voluntad se hacía presente en quienes estaban a cargo de Londres 38, los detenidos debieron agudizar sus sentidos para lograr descubrir dónde los tenían prisioneros.







De esta manera, el oído se convirtió en su mayor aliado, pudiendo escuchar con claridad las campanas de la iglesia San Francisco y la música de los juegos Diana, señales con las que luego de haber salido del lugar lograron dar con esta localidad cuando dejó de ser centro de torturas.







Gracias a las gestiones de pequeños grupos de familiares de las víctimas, ex detenidos sobrevivientes y algunas organizaciones sociales, el 2005 Londres 38 fue declarado monumento histórico y adquirido en el 2007 por el Estado de Chile.






Dentro de las propuestas que barajó el ejecutivo para la casa, fue constituirla como sede del Instituto de Derechos Humanos. Sin embargo esta opción no fue acogida por la mesa de trabajo para Londres 38, tras lo cual en septiembre del 2008 se anunció que la casa será un espacio de memoria.





Memoria para muchos olvidada, ni siquiera oída o de la que ya no quieren ser parte, memoria que le pertenece tanto a quienes estuvieron en este centro como a quienes no, independiente de ideologías y edades.









Con los adoquines cubiertos por claveles rojos en señal de recuerdo a las víctimas de Londres 38, la casa cerró sus puertas para trabajar en silencio el espacio que pretende ser de promoción de la cultura de los Derechos Humanos en un tiempo no lejano.



























































































































































































lunes, 25 de mayo de 2009

Arquitectura del barrio París Londres
Romanticismo, historia y patrimonio

Detrás de la Iglesia San Francisco se encuentra un barrio que nos lleva a la antigua Europa. Su arquitectura ha sido sujeto de estudio y atracción turística. Cuatro cuadras que nos hacen sentir fuera de Chile, en los albores del siglo XX.

Por: Camila Pérez Hidalgo

Calles serpenteantes, edificaciones antiguas, inspiración europea y los adoquines en las calles dificultan el rápido paso de la ciudad. Es imposible no detenerse a observar el pedacito de historia que guarda este barrio, que se esconde del bullicio de la capital.

Ubicado entre la Alameda y Alonso Ovalle, San francisco y calle Serrano, el barrio París Londres oculta un sinfín de inspiraciones clásicas del antiguo continente, donde confluyen diversos estilos arquitectónicos como el neocolonial, renacentista y neoclásico francés, entre otros. Ellos le dan a esta localidad un valor histórico sin precedentes.

En el año 1921, los monjes franciscanos debieron vender el actual terreno del clásico barrio por problemas económicos. En ese momento, Ernesto Holtzman y Roberto Araya se embarcaron en la hazaña de construir este barrio, con edificios que no sobrepasan los cuatro pisos de altura y con la ayuda de distintos arquitectos que plasmaron en sus calles los estilos y diseños europeos, que parecen ser sacados de las calles parisienses. Es por esta misma razón que sus calles son nombradas París y Londres, trayendo el encanto de las influencias europeas.

Según el arquitecto Jorge Atria Lannefranque, académico de la Universidad Católica y especialista en Patrimonio Arquitectónico, la influencia europea, “en estos primeros años del siglo XX, no sólo abarcó la arquitectura (quizás la expresión más visible), sino que también la literatura y la pintura” de nuestro país.

Así, la creación de este barrio fue destinada a la clase acomodada de la sociedad de aquella época. Por esto, sus calles son pequeñas y estrechas, ya que no fueron creadas pensando en el transporte público, sino que en ellas estuvieran los servicios básicos que se necesitaran para vivir. Por otra parte, su céntrica ubicación confortaba aún más a quienes habitaban el barrio.

Con casi 90 años de historia, el trazado de sus calles, las fuentes de agua, y las plazoletas nos hacen sentir en un pequeño pueblo antiguo. Atria estima que “una de las virtudes de este tipo de orden urbano es que se logra una cierta interioridad espacial, una proximidad y obviamente un interés que es reforzado en este caso por una arquitectura sencillamente notable”.

Al rescate…

En el año 1982, el barrio París Londres fue declarado zona típica, debido a su carga cultural.

Más adelante cobró una carga política importante al ser testigo de los vejámenes y asesinatos perpetrados durante la dictadura de Pinochet, específicamente en la casa de tortura Londres 38.

Según Ximena Alvarado, arquitecto de la Municipalidad de Santiago, el que este barrio sea calificado una zona típica, significa que “no se puede botar ninguna construcción. A no ser que se demuestre un real daño destructivo (por ejemplo, que se esté cayendo) esa opción se estudia, pero por lo general se exige la reconstrucción” por parte del Consejo de Monumentos Nacionales.

Pese a esto, el municipio no hace un estudio riguroso, cada cierto tiempo, para ver el estado de las edificaciones de los barrios típicos. Según Alvarado es responsabilidad de los habitantes denunciar alguna posible falencia.

Si bien dentro del mismo barrio no hay nuevas edificaciones en altura, París Londres está en una cuenca, rodeado de las grandes construcciones pertenecientes al centro de Santiago. A raíz de esto, Jorge Atria manifiesta que el “perfil armónico se ve interrumpido y muchas veces opacado por volúmenes cuyo propósito central es rentabilizar al máximo el escaso suelo urbano, sin tener consideración alguna con el significado de los barrios que se ven avasallados por la edificación en altura”.

Por esto el arquitecto propone el establecimiento específico de áreas donde se puedan realizar construcciones vanguardistas sin perjudicar los ya delimitados espacios tradicionales.

De esta forma, es de suma importancia el cuidado de este clásico barrio y de tantos otros a lo largo de nuestro país. La tarea no es tan sólo de las autoridades que declaran a éstos como zonas históricas, sino de todos, a través del cuidado, el rescate de la memoria histórica y del patrimonio cultural que nos rodea.
Londres 38:

UNA HISTORIA IMBORRABLE

Centro de torturas durante el Gobierno Militar y testigo de la ejecución de 94 personas y de cien aún desaparecidas, la llamada “Casa de las Campanas” se mantiene viva en el centro de Santiago. Pese a que se le cambió de numeración por Londres 40, como para borrar las aberraciones, como para la borrar de la memoria la agonía de sus víctimas, la verdad se mantiene latente en ellas.

Por: Natalia López Z.-

Ubicado en pleno centro de la capital, el barrio París-Londres esconde entre sus edificaciones un envidiable estilo europeo, un ambiente de romanticismo y magia, de frescura y solidez. Pero pese a todo lo magnífica que puede resultar su arquitectura, esconde una historia gris, una historia de la que muchos no se atreven a contar, recordar o asumir: La historia de Londres de 38.


Conocida también como la “Casa del terror” o la “Casa de las Campanas”, porque éstas, las que pertenecían a la Iglesia San Francisco más de una vez acallaron las súplicas de los detenidos que fueron sometidos a tortura, guarda entre sus paredes historias difíciles de imaginar, pero que resultaron ciertas. Tan ciertas, como la experiencia vivida por Jorge Flores Durán, detenido por la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional) el 13 de julio de 1974.

La mirada de Jorge, poeta y autor del libro Londres 38 (un número desaparecido), está llena de recuerdos que por momentos trata de evadir, pero que no miente cuando escucha la palabra Londres 38. Aunque intenta disimular la amargura que le brota, le cuesta. Pero pese a que aún le es difícil, entrega su relato a quienes quieran conocer de aquella historia, pues considera que es una verdad que no sólo le pertenece a él, sino al país.

Interrumpiendo su inocencia, fue detenido a los 16 años. La DINA buscaba a su hermano mayor, dirigente del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), pero como no dieron con su paradero, se lo llevaron a él. Golpeándolo hasta el cansancio y haciéndole creer que en una pieza contigua estaban sus padres siendo torturados para que él dijera dónde estaba su hermano, Jorge pasó trece días en Londres 38, mismo lugar que en el 2005 fue declarado Monumento Nacional.

Durante casi dos semanas, reclamó por su inocencia, por su vida y por única verdad: no sabía cómo ubicar a su hermano Patricio. “Yo me escudé siempre en que era un estudiante y que no sabía nada de mi hermano”, asegura Jorge, como reafirmando que la explicación que les daba a los de la DINA era verdadera. “Supongo que finalmente mi argumento los terminó por convencer, porque nunca pude decir otra cosa sobre mi hermano, aunque me hicieran llamar a mi casa para hablar con mi mamá y preguntarle si tenía novedades de él”, cuenta Flores.

Vendado la mayor parte del tiempo y sentado en una silla día y noche, Jorge escuchó gritos, súplicas e historias tan amargas, que su mente prefiere no ahondar en el recuerdo, pero que su corazón sí lo hace para ir mermando el sufrimiento. Testigo de la desaparición de Jaime Buzzio Lorca (ex estudiante del colegio Manuel de Salas) y de Sergio Tormen, campeón nacional de ciclismo, Jorge vivió en carne propia la incertidumbre de no saber si algún día saldría de allí.

La misma incertidumbre que vivió C.Z, otra sobreviviente de esta casa de torturas. Casada y con tres hijos pequeños en esa época, fue detenida en su hogar a la edad de 24 años. La subieron a una camioneta C10 blanca y la trasladaron a Londres 38, también conocida como Yucatán, el codificado nombre que le dio la DINA.

Pese a que nunca se le dijo el porqué de su detención, logró advertir que algo no andaba bien cuando apenas bajada de la camioneta, recibió un certero golpe en su ojo izquierdo, tiñéndolo de inmediato de un azulino tan oscuro, que ella supone que esto fue lo que hizo que no la siguieran golpeando en los días posteriores, pues con esto suponían que ya le habían dado una gran golpiza.

Dice que no recuerda episodios, que éstos fueron borrados de su mente, pero sus ojos dicen lo contrario. Entre líneas deja ver que fue violada en reiteradas oportunidades y que durante días enteros, todas las mujeres eran amarradas de las manos y colgadas en palos de madera. Siempre vendadas y desnudas, siempre indefensas, siempre pensando en que todo fuera un mal sueño y despertar cuanto antes de éste.

Su pesadilla terminó un día en la mañana. La noche anterior un hombre, que nunca supo quién era, le dijo que al día siguiente abandonaba el lugar. C.Z nunca pensó que sería cierto, pero aguardó tranquila, con la compañía de unos cuantos susurros de compañeras de habitación que intentaban animar a una joven de no más de 20 años que nunca probó comida, nunca contuvo el agua que le intentaban dar y que nunca pronunció palabra.

“Cuando volví a mi casa, todo era distinto. No aguantaba estar con mi familia, que me vieran, que me hablaran, que mi marido me tocara. Mi matrimonio duró muy poco producto de lo mismo. No sabía cómo salir, cómo dejar atrás lo vivido”, cuenta C.Z en voz baja, como queriendo que su mente no capte sus palabras ni que su corazón las recuerde.

Aunque C.Z fue liberada hace 35 años, aún se siente prisionera. Prisionera de sus propios temores y recuerdos de esa experiencia que ella quiere olvidar, pero que cada día le vienen a la memoria y la hace cautiva. Su deuda pendiente es volver a Londres 38 y repasar las habitaciones, observar los detalles, volver a entrar en la sala donde estuvo día y noche amarrada y vendada, recordar de manera presencial lo que allí vivió. Eso sí, en compañía de su siquiatra.

Con la angustia a flor de piel y la libertad tan escondida como los rostros de quienes participaron en las torturas, Jorge Flores recuerda que cuando Marcelo Morén Brito, uno de los tres agentes que estaban al mando del grupo Halcón y que pudo identificar luego de años, le comunica que al día siguiente sería liberado, se alegró de siempre haber mantenido la confianza de que saldría de ahí. “Nunca pensé que iba a morir y eso creo que me ayudó. Cuando me dijeron que me iba, me puse contento, porque cualquier otra cosa que viniera, iba a ser mejor que esa inmovilidad que allí se vivía”, relata Jorge.

Con sólo una comida al día y con las ganas de detener el tiempo para que jamás oscureciera, pues las torturas eran en la noche, Jorge y los demás detenidos escuchaban las campanas de una Iglesia y la música de un carrusel. Y a veces, cuando la venda se caía o quedaba un poco suelta, veían que el piso de la casa tenía baldosas como tablero de ajedrez.

Gracias a esas campanas, que eran de la Iglesia San Francisco, a ese carrusel que era de los juegos Diana ubicado en la Alameda, y a esa venda tan precaria, que por momentos sólo era un paño o la misma ropa de ellos, se pudo dar con la dirección de la casa cuando ésta dejó de ser centro de torturas. Y pese a que a fines de los ´70 se le cambió la numeración por Londres 40, por iniciativa del Gobierno Militar para que todas las denuncias sobre Londres 38 apuntaran a una dirección inexistente, la medida no logró acallar el grito de sobrevivientes y familiares de torturados que lucharon para que esa verdad no quedara sepultada.

Esa misma verdad que esconde, sin querer, Londres 38 en sus murallas que fueron testigo de dolor, llanto, injusticias y aberraciones. Esa verdad de la que es parte Jorge y C.Z, de la que son parte noventa y cuatro desaparecidos, 81 hombres y 13 mujeres, entre ellas dos embarazadas, de la que es parte el Barrio París-Londres y todo el país.
Hotel Vegas
LA HISTORIA DETRÁS DE SUS HABITACIONES

El tradicional recinto, ubicado en el barrio París Londres, esconde misteriosas historias y dificultades para su mantenimiento.

Por: Camila Pérez Hidalgo
Dentro del histórico barrio París Londres, se encuentra ubicado el Hotel Vegas, que remonta sus inicios al año 1925, cuando los franciscanos decidieron vender esas tierras –que pertenecían a la iglesia- por problemas económicos. De ahí que una inmobiliaria se hizo cargo de la construcción de estas cuatro cuadras que nos llevan en un abrir y cerrar de ojos a la Europa antigua, esa con ostentosas formas en las casas, con la antigüedad que la arquitectura de este barrio aún mantiene.

Este hotel debe su nombre a que justamente ahí –Londres #49- era el lugar donde los monjes cultivaban sus tierras, los huertos, es decir las vegas.

Con una pequeña fachada, este hotel recibe a cientos de turistas que lo visitan por año. En su construcción confluyen las mismas influencias que caracterizan al barrio. Estilos neoclásico francés, neocolonial y renacentista dan una ambientación acorde a la época.

Escalas de madera guían los tres pisos del inmueble, que posee 20 habitaciones, con una capacidad máxima para unos 40 pasajeros. Fotos de Santiago en los años 20 decoran las amplias paredes que se contradicen la pequeña entrada. Pese a ser un lugar pequeño, en él se encuentran las comodidades que ostentan las grandes cadenas hoteleras.

Según Nayda Fernández, dueña del hotel, la mayoría de los extranjeros que lo visitan provienen de Europa, y en su totalidad son personas mayores, que prefieren sus comodidades tanto por lo clásico de su ambientación como por el confort que el recinto hotelero entrega. Explica que “hay un tema de familiaridad desde donde ellos vienen. Porque es un hotel chico donde el pasajero no es un número estadístico, sino que es una persona con nombre y apellido. Si tú tienes 20 habitaciones, sabes quién está en cada habitación…Es como estar en casa”.


El vil dinero

Pese a que el Hotel Vegas se encuentra ubicado en el centro de un barrio declarado como zona típica y que el mismo hotel ha sido declarado monumento nacional, Nayda manifiesta que las autoridades no visitan el hotel ni menos regulan su correcto funcionamiento al tener esa categoría. “Yo en este hotel llevo 15 años y jamás he visto a alguien del consejo (de monumentos) que lo haya visitado. Ellos jamás. Antes, cuando mi padre era dueño, sí, cuando se declaró el barrio como zona típica” explicó.

Es más. Su dueña argumenta que nunca han tenido el apoyo para dar un mayor reconocimiento e incentivo a los hoteles que se encuentran en el barrio. “Por ejemplo, si yo quiero pintar el hotel, no es que se me ocurra pintarlo, agarro la brocha y me pongo a pintar. Hay que pedir permisos especiales. Hay que llevar los colores que tú decidiste poner y que (el consejo) te apruebe esos colores”.

Fernández indica que las autoridades en vez de ayudar “te ponen más trabas. Tú quieres hacer algo pero no puedes, no te dejan. Todo es un trámite. Pintar el hotel son meses para que finalmente te aprueben el color. O sea todo es burocracia”. Ella tampoco pide que le regalen el dinero, pero “a lo mejor podría ser la patente más barata, o el letrero que tu pones afuera que no lo cobren tan caro. Hay miles de cosas que se podrían rebajar a estos lugares que son monumentos nacionales”.

Por su parte, agrega que la poca preocupación por este tipo de construcciones no pasa sólo por su hotel, sino que con todas las construcciones que aún perduran sin ningún cuidado. “Creo que a Chile le falta mucho más preocuparse de sus zonas antiguas. Santiago tiene lugares maravillosos y todo lo que se ve restaurado y bonito es (por) la iniciativa de los particulares. A nivel de gobierno existen políticas, pero no existe una ayuda. Exigen mucho, pero no hay nada de aporte” sentenció.

“Sí, las camareras dicen que aquí pasan cosas”
Como se dice “cada hotel tiene su fantasma” y este no es la excepción. Una de las historias más sangrientas que se recuerde en la criminología chilena tuvo lugar en este recinto.

En el año 1968 el famoso Enano Maldito, como era apodado José González Agüero, eligió este lugar -cuando se llamaba Hotel Princesa- para matar a una prostituta con la finalidad de robarle la recaudación de la noche. Según Nayda Fernández este hecho se recuerda tanto porque “en ese tiempo Santiago era un pueblo, no habían asesinatos así… tan terribles. La descuartizó, le sacó la cabeza. Fue súper comentado”.

El crimen fue perpetrado en la habitación número dos del hotel, y cuando chilenos de avanzada edad se hospedan en el lugar, recuerdan la gran conmoción que causó un asesinato de ese calibre en nuestro país. Recién en el año 1978 se dio con el paradero del Enano, quien fue descubierto en una redada policial donde reconoció el terrible homicidio por el cual es conocido el Hotel Vegas.

Pero no sólo ese acontecimiento recuerda su dueña. En el año 1998 una pareja de turistas brasileños pasaban su luna de miel en Santiago y se hospedaron en el Hotel. El esposo, un profesor, mató a su mujer con un bate para cobrar un seguro de vida. El cuerpo de la brasileña fue encontrado en el sector de La Pirámide por un vecino. Nayda recuerda que “fue terrible, porque tuvimos que reconocer el cuerpo, ya que éramos los únicos que la conocíamos. Menos mal que no la mató dentro del hotel”.

Por estas y otras muertes naturales que se han producido en el mítico Hotel Vegas, las camareras “afirman que aquí pasan cosas. En las noches sienten que arrastran maletas…qué se yo. Afortunadamente, yo no he sentido nada” concluyó Fernández.




FUENTE IMÁGENES
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgAcITIkI3SJhSXItH69RRSsbCvPM5WbFtR6q30ynciBhLVmj2NZSb0lunXKTHhSm2mG8ISjhzpX8VudiMH1aWdmEwHWvZz_VcBxvn_Iqv7tdPtMwpaUW1ozF8sBhw4SXYA5WqGWf8inGSF/s400/hotelvegas01.jpg
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Museo de San Francisco:

EL ESCONDIDO RINCÓN DEL ARTE COLONIAL

En pleno centro de Santiago se sitúa el monumento arquitectónico más antiguo de Chile, el lugar preciso para acercarse al mundo colonial y religioso. Con un valor de sólo mil pesos, se puede ser testigo de objetos tan valiosos, como la muestra de pinturas más importante de Sudamérica sobre la vida de San Francisco de Asís.

Por: Natalia López Zamorano.-
Ubicado en Londres 4 y a pasos de la estación del Metro Universidad de Chile, está el Museo de Arte Colonial o también llamado Museo de San Francisco, justo al lado de la Iglesia que lleva el mismo nombre y que en 1951 es declarado Monumento Nacional.

En 1553 los franciscanos se comprometieron ante el Cabildo a levantar una “fábrica arquitectónica” y guardar en ella a la Virgen del Socorro, patrona de la ciudad, según Pedro de Valdivia, construyendo así la iglesia en 1572.

En 1969 se logra habilitar el museo gracias a la Congregación Franciscana y al Comité Pro-Restauración, contando entre sus salas con valiosas piezas que conforman el arte colonial de nuestro país, destacando entre ellas la llamada Gran Sala, lugar en que existe una muestra de 54 telas pintadas al óleo en el Cuzco entre los años 1668 y 1684 por encargo del convento franciscano de nuestro país al pintor indio Basilio de Santa Cruz.

La pequeña Gran Sala…

Con la visita de más de veinte niños de séptimo básico del Colegio Corazón de María de San Miguel en su interior, la llamada Gran Sala, espaciosa y pulcra, muestra los lienzos que dan cuenta de la vida de San Francisco de Asís, fundador de la Orden Franciscana y de una segunda orden, conocida como Hermanas Clarisas durante la Edad Media.

Los alumnos, impactados por las imágenes, todas ellas con una gran mezcla de coloridos y detalles, escuchan con atención al guía. Diego Sepúlveda, uno de los alumnos, capta el mensaje que quisieron entregar los evangelizadores hace siglos y comenta que los cuadros parecen comics de la vida de San Francisco, enorgulleciendo al profesor jefe por su viveza.

Mauricio Chavarría, guía del museo, comenta que efectivamente la idea de los cuadros era esa, evangelizar a los indígenas y mostrarles a través de imágenes la vida de San Francisco de Asís. “De este modo, pretendían acercar a las personas a la religiosidad, y como muchos de ellos no sabían leer, la mejor manera de enseñarles era a través de la pintura”, comenta Chavarría.

Durante siglos, la muestra esperó en el claustro a la espera de un lugar guardarlas, el que llegó en 1981 con el nombre de Gran Sala para proteger el tesoro artístico que posee nuestro país. Tesoro envidiado y solicitado por distintos países, tesoro que lo hace merecedor del título de la más importante colección de Sudamérica de la vida de San Francisco de Asís, uno de los tres santos reconocidos por la Iglesia Católica de poseer estigmas.

Con orgullo, Francisco García, Historiador del Arte, Franciscano y Director del museo, cuenta que en estos momentos hay más de treinta obras en préstamo al Centro Cultural Palacio de La Moneda para la exposición “Chile Mestizo”, entre las que cuentan pinturas, esculturas y platería, entre otras.

Sin embargo, no todo préstamo se ha hecho dentro de nuestro país, pues pinturas de la serie de la Gran Sala han sido facilitadas a exposiciones en Europa, específicamente al Museo de América en Madrid o al Museo del Vaticano. Contrario a lo que se pudiera pensar pero acorde a la ideología Franciscana, los préstamos se han hecho de manera gratuita, aunque resguardados por seguros comprometidos, los que algunos incluso han ascendido a la suma de 700 millones de pesos por cada pieza, según cuenta Chavarría.

A juicio de Francisco García, ésta prestación es “una suerte de cooperación mutua en pos del arte y la cultura mundial, donde lo importante no es el dinero que recibimos, sino la recepción que tiene la muestra en el público”.

En este sentido, el Director del museo hace hincapié en que la Gran Sala es conocida a nivel internacional, concurriendo a ella no sólo santiaguinos, sino también personas de otras ciudades del país y extranjeros. “Aunque es relativa la cantidad de visitantes, el promedio anual bordea los 3 mil, marcada por la concurrencia de extranjeros que quedan maravillados con nuestras obras de arte, las que han sido el fruto de más de 400 años de presencia Franciscana en Chile”, comenta García.

Pese a la majestuosidad de la Gran Sala al contener en su interior cuadros de l.75 x 2.76 cm aproximadamente, existe otra muestra que llama la atención, tanto por su simpleza como por su incalculable valor: La sala de Gabriela Mistral.

¡Cómo pasan sin veros las gentes!
Aunque esta frase la usó la poetisa nacional Gabriela Mistral para demostrar que los niños descalzos en las calles son una realidad y que la gente pasa sin advertir su condición, calza perfecta para demostrar la soledad en la que descansan sus objetos en el Museo Colonial. Pese a que la sala destinada a exhibir la muestra de la poetisa es pequeña en espacio, en cuanto a calidad y valor es inmensa.

En ella existen objetos tan antiguos y valiosos como la Condecoración otorgada por la Universidad de Columbia, Estados Unidos en 1954, o el diploma de Premio Nobel de Literatura recibido de manos del Rey Gustavo de Suecia el 12 de diciembre de 1945. Premios que fueron donados por la poetisa al pueblo de Chile bajo la custodia de los Franciscanos de cuya tercera orden fue miembro.

Entre Biblias, rosarios y fotos, está también el Diploma de la ciudad de Santiago concediéndole el título de ciudadana honoraria de la capital de Chile en Septiembre de 1954. Recuerdos con una carga simbólica tan grande, que cuesta creer que estén en un lugar tan pequeño para una grande de la Literatura.

Con el mismo valor de cada pieza artística que guarda entre sus paredes el Museo Colonial, habría que estimar esta muestra que refleja la espiritualidad de San Francisco, la majestuosidad literaria de Gabriela Mistral y el asentamiento de una orden religiosa tan importante a nivel mundial, como lo es la Congregación de San Francisco de Asís, la que con esmero y dedicación no sólo abren sus puertas a la colección más importante de este Santo, sino también nos hace retroceder en el tiempo y brinda por unos momentos, la magia de parecer que se está en plena época colonial.